LAS BOMBITAS DE AGUA A LA HORA DE LA SIESTA
Las bombitas venían en bolsas o se podían
comprar sueltas. Salían monedas de las chiquitas, por lo que todos
podíamos llegar a comprar al menos tres o cuatro. La experiencia nos
había enseñado que las había de mejor y de peor calidad. Si podíamos,
elegíamos los colores.
Hacía calor y estábamos en
vacaciones de verano, una de las mejores formas de divertirse cuando el
sol más quemaba era jugando a las guerrillas de agua.
Y
entonces ahí estábamos todas, turnándonos para llenar las bombitas en
alguna canilla pública. Las llenábamos y contentas las íbamos apilando
cuidadosamente en el piso una al lado de la otra, evitando que se
rompan.
Y despues venía lo mejor...
La
estrategia lo era todo. Nos escondíamos entre los halls de las torres y
detrás de los autos esperando que se acerque algun distraído para
mojarlo. Y así andábamos un poco agachadas, evitando reírnos fuerte,
tratando de que no nos encuentren. Pero si nos veían sólo nos quedaba
una cosa por hacer: correr... Correr riendo porque atrás tuyo tambien
corrían riendo con una bombita en la mano lista para lanzarte.
Nos tirábamos agua, fingiendo que el juego era no mojarse, pero
sabiendo que la gracia estaba en correr para que en algún momento te
alcancen. Las que no entendían este código, y no se dejaban mojar nunca,
nos aburrían.
Cerca de la hora de la merienda, ya no
teníamos más bombitas y podían verse sus restos de colores por el piso.
Entonces, nos sentábamos a esperar a que se nos secara un poco la ropa, y
en mi caso, a que no se me notara que había estado jugando con agua.
Y al rato, contentas, cada una volvía a su casa pensando en que mañana podría haber revancha...
( Anonimo )
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