"De los niños privilegiados a los únicos privilegiados son los niños".
Si bien durante la segunda mitad de la década de 1930 el proceso de sustitución de importaciones había acelerado el surgimiento de fábricas y de pequeños talleres, gran parte de los juguetes que circulaban en el país hasta 1940 seguían siendo extranjeros. La escasez de canales de distribución que abarcaran el territorio nacional y de comercios específicos que favorecieran las ventas durante todo el año -y no solo en el período de fiestas-, además, por supuesto, del precio, restringían el acceso a los juguetes de amplios sectores de la población. Recordemos que hasta aquel entonces los juguetes eran considerados artículos de excepción, aun de lujo, y no solían formar parte de la vida cotidiana de la mayoría de los niños.Para que esto empiece a cambiar han de combinarse varios factores que alimentan una transformación paulatina aunque fundamental. Nuevas tendencias en la crianza y en el modo de concebir las necesidades infantiles se suman a la creciente disponibilidad de los juguetes mismos como consecuencia directa, entre otros motivos, del estallido de la Segunda Guerra Mundial. La disminución de juguetes importados en el mercado nacional permitía que la industria que venía desarrollándose en forma incipiente florezca y se expanda rápidamente entre 1940 y 1946. Este crecimiento se advierte en los datos de los Censos Industriales. En 1935 había 41 establecimientos dedicados a la fabricación de juguetes; para 1947, la cifra trepaba a 259: se habían sextuplicado respecto del total de fábricas del país.
En 1945 se funda la Cámara Argentina de la Industria del Juguete (CAIJ) que reúne tanto a industriales como a distribuidores y edita la revista Juguetes, publicación mensual con noticias, publicidad e información general del sector. Esta organización progresiva del gremio promueve la instauración de medidas legales específicas gracias a las cuales esta industria logra consolidarse. Los alcances de estos grandes cambios no tardaron en reflejarse en las vidrieras de tiendas, bazares y jugueterías. Bebilandia, la fábrica creada por Alicia Larguía para suplir a la Marilú que ya no conseguía importar, inicia una larga y variada producción de muñecas de todo tipo en la que también se destaca Bubilay. A principios de 1940, FACI (Fábrica Argentina de Celulosa Industrializada), la firma de los hermanos Carlos y Roberto Manso y Alberto Picot promociona intensivamente sus malcriados Cholito y Cholita. En la ciudad de Mercedes, Arturo Chillida y su familia elaboran refinados malcriados y bebés, así como también un gran surtido de piezas sueltas para abastecer a las clínicas de muñeecas de todo el país. En 1944 nace Famil, una de las fábricas más pródigas de la época, puesto que llegó a ofrecer hasta 250 modelos de muñecas resistentes y livianas elaboradas en pasta de aserrín prensado.
Es también en estos primeros años de 1940 cuando alcanzan fuerte presencia en el mercado los singulares autos y camiones de madera desarmables El Pibe, producidos en el taller de tornería mecánica que Curvenaldo Laratro había establecido diez años antes. Hacia 1942, Loreto Ranalletta, Vicente Carrino y Francisco Bercesi manufacturan caretas de papel maché y juguetes en un pequeño taller de La Plata, que se transforma rápidamente en IJA (Industrial Juguetera Argentina) y llegó a contar con una importante línea de muñecas de pasta.Por otra parte, durante la primera mitad de la década Enrique Iaffe y Alfredo Pinner desarrollan una amplia gama de juguetes de metal, madera, papel y cartón con sus marcas: Kip Metal, El Chiche, La Victoria, Pinplast y María Antonieta.
En 1942 Sergio Timone concibe El Cerebro Mágico, lo produce con Balbachán, a quien finalmente lo vende; luego se asocia a Ema del Giorgio para fundar Bili, de donde surge uno de los muñecos más encantadores de nuestra industria: el Bebé Bili.
En el mundo de las miniaturas de plomo, irrumpe en 1944 uno de los juguetes clásicos del período: la autóctona Granja de Don Fabian, creada por Ezio Guggiari para su marca EG Toys.
En 1945, la firma rosarina Herchamet dio origen a la marca Uno. Sus camiones y autos de madera desarmables conjugan, al igual que los ya mencionados de El Pibe, un alto nivel de resolución técnica, excelente factura y diseño.
Mientras tanto Matarazzo instala depósitos en el interior y mediante una agresiva política de comercialización - que se verá favorecida por ciertas regulaciones del gobierno, como la que obligaba a los comercios en época de fiestas a disponer de "juguetes económicos"- llega hasta los lugares más remotos del país.
En 1946 tiene lugar un hecho inédito: el gobierno peronista establece, como parte de las políticas destinadas a la infancia, el reparto masivo de juguetes. Los juguetes entran por primera vez en muchos hogares, y la demanda estatal que se renueva cada año impulsa el desarrollo de la industria.
Este vínculo fundacional entre políticas públicas, infancia y juguetes promovió, como sabemos, a los niños argentinos a la categoría de privilegiados.
A ello dedicaremos nuestra próxima entrega.
Por Daniela Pelegrinelli en /www.juguetesdelos60y70.com.ar