JUEGOS TRADICIONALES - Textos extraídos del libro Burgos Juegos Populares de Fray Valentín de la Cruz 1993

¡Qué extraño destino el de nuestra generación! Ante nuestros ojos, a los que ya no puede sorprender ninguna cosa, se ha operado un cambio universal en las maneras de vida humana, muy difícil de calibrar en todas sus consecuencias. Ahora no se elaboran como antaño ni el pan ni el vino; las noticias no nos llegan de boca a oído sino por la televisión y hasta los niños comienzan a llegar a este mundo por medios que nunca hubieran sospechado nuestras abuelas.
Juegos de los mayores

No es extraño que el hombre y el niño hayan cambiado radicalmente sus ideas y hábitos referidos al juego. Jugar es tan necesario como respirar o comer. Es una necesidad psicológica con varias y fuertes consecuencias en nuestra naturaleza física. El juego es una alternativa irreprimible a la tensión del pensamiento y de la vida, que necesitan distendirse, relajarse no sólo con el sueño o con el descanso, sino con algo que estimule y reanime. El juego es un estimulante de la imaginación y de la voluntad; de la primera, por cuanto arbitra medios y soluciones para resolver los lances y, de la segunda, porque la competición suele ser un ingrediente fundamental y la fuerzan la destreza y el coraje.
En la palabra juego cabe todo un mundo de variaciones: Desde una solemnísima partida de ajedrez que puede durar varios meses y que fatiga tanto como la asignatura más abstrusa, a un "Veo-Veo," simplón que hace reír de puro tonto. El juego puede ser solitario y multitudinario, sencillo y complicado, con juguete o sin él, abierto y cerrado, barato y carísimo, silencioso y cantado, etc. etc.
Hay Juegos Olímpicos, que en Grecia marcaron el calendario; hay juegos en los que sólo compiten minusválidos o jóvenes o aficionados o profesionales. Hay juegos de manos, de salón y de taberna. Hay juegos para bebés y juegos para ancianos. Pero la palabra juego va más allá y así decimos que hay "juego político", "juego de intereses", "juego de herramientas". Si el lector es curioso registre la palabra juego en el Diccionario de la Real Academia y apreciará la extensión que ocupa esa voz.
Aquí comenzaremos desbrozando el camino y señalando con rigor el campo de los juegos populares, practicados en Burgos y su tierra a lo largo de la Historia. Unos, seguramente, inventados aquí y llamados por eso autóctonos; otros aceptados a través del tiempo y practicados por los chicos y grandes de nuestro pueblo. Ellos son parte de nuestra vida y explican con claridad la capacidad de inventiva de nuestros abuelos y su talante de divertimento social. Si al hombre, dicen los educadores, se le conoce en la mesa y en el juego, hagamos buena esta afirmación e intentemos conocer a nuestros antepasados por sus maneras de jugar.
Con los juegos autóctonos, radicalmente populares, coexisten siempre en Burgos otros juegos universales o pertenecientes al menos al ámbito de nuestra Cultura Occidental, aceptados y practicados largamente en nuestros pueblos. El más significativo quizá sea la baraja. El Libro de las 40 hojas. como llamaban a las 40 cartas, tiene una larga historia que, por supuesto, está escrita. La baraja se documenta en Burgos en la Baja Edad Media, y bien podemos hacernos algunas preguntas: ¿Se inventó en nuestra Tierra algún juego de cartas? ¿Ha tenido éxito y adeptos el juego de la baraja? A la primera, hoy no sabemos responder; a la segunda, hay que decir que sí, que el burgalés ha sido un acérrimo jugador de cartas. tanto que la primera marca mundial de naipes nació en Burgos, de una idea de don Heraclio Fournier, un realista francés que, huyendo de las inconveniencias de su país, se estableció en Burgos. Con el tiempo, un hijo se trasladó a Vitoria y en la vecina ciudad sigue su apellido fabricando barajas para los cinco Continentes. Otra rama permaneció en Burgos y durante muchas décadas produjo unas cartas admirables, de las que había al menos un ejemplar en todas las casas burgalesas. El cronista guarda con cariño una de las últimas barajas que fabricó don Braulio Fournier, un hombre admirable que se la entregó con inmerecido cariño.
En los días de fiesta y en las invernadas se han consumido en Burgos millones de cartas. Algunas ya no corrían por la grasa que había acumulado el uso; otras estaban rotas y marcadas por los inevitables tramposos. A la baraja jugaban los curas cuando se reunían para las fiestas patronales y había algunos que alargaban la partida desde después de Vísperas hasta la Misa solemne del día siguiente. A la baraja se jugaba en las reboticas, en los cuarteles, en las tabernas, en las calles cuando lo permitía el tiempo, en los conventos si la Regla no la anatematizaba. Los sacerdotes preferían jugar al ,"tresillo", los militares al ,"mus"; en las tabernas se prefería al "subastao", y la "brisca", era el juego de las abuelas en el rincón más apacible de la solana. Los ,"ludópatas", llegaban a apostar cantidades de importancia, según la economía de cada tiempo; pero, en general, se jugaba a centimillos o a legumbres, por ejemplo a garbanzo o a alubia el juego. Hoy nos produce risa. pero en casi todas las casas había una bolsita con granos de legumbre, duros como balines e imposibles de cocer, con los que se ventilaban las partidas.
Los chicos también jugábamos a las cartas e, incluso, se vendía un modelo infantil de baraja, muy gracioso. Nuestro juego favorito era el que llamábamos ,"Los chimurrunchines", (¡Qué nombrecito...!); un juego muy sencillo en el que quien perdía recibía una soberana ·"paliza",, propinada por los vencedores al son de unos versos que canturreábamos, mientras se desfogaba la crueldad típicas de los chavales:
AI salir el 7v ¡Cachete! AI salir el 5: ¡Pellizco! AI salir el 4: ¡Sopapo! AI salir el 6: ¡Otra vez le deis! AI salir la sota: ¡Sota, sotana cuenta las pulgas que hay en la cama!AI salir el caballo: ¡Caballo, caballero, cuenta las estrellas que hay en el cielo!AI salir el rey: ¡Rey reinando vino a España tirando cohetes con una caña...!AI salir el as: ¡Ha dicho don Tomás que le demos once más...!
Y así, con heroico estoicismo, el perdedor resistía y acababa deseoso de echar otra partida para vengarse en el siguiente vencido. Se advierte que algunas letrillas eran menos finas y que los golpes se propinaba con buena intención y que, a veces. se dispensaba de una parte del castigo.
No hablaremos, pues, de la baraja, ni tampoco del ajedrez ni de las damas, que se consideraban juegos cultistas y que cansaban la cabeza. Más aceptación tenían la oca, el parchís, y la lotería. Esta tenía la ventaja de admitir más jugadores. Había uno que cantaba los números y que solía añadir un estrambote gracioso y verídico a algunos. Por ejemplo: ,"¡El 22!: Los dos patitos..... ..¡El 77!: Las banderitas de Italia.,... ··¡El 1!: La cachaba del tío Antón,"... ",¡El 4!: La silla de la abuela"...
Cuando reflexionamos con detención sobre el fenómeno del juego en Burgos descubrimos algunas características que conviene conocer. En primer lugar, los juegos practicados por los burgaleses en los tiempos pasados son de una sencillez rayana en la simpleza. Sin duda, esta realidad se deriva de la condición de sobriedad y hasta de pobreza en la que vivieron nuestros antepasados. Algunos juegos burgaleses carecen de juguete, es decir, de elementos ajenos a la persona ludente; el entretenimiento nace limpio de la propia imaginación y se complementa exclusivamente con su vista, voz, locomoción, agilidad e intuición. Por ejemplo, los juegos muchachiles de a la una saltaba la mula, el marro, el escondite, etc.
Cuando en el ámbito estricto de la persona no se hallan complementos necesarios, el burgalés no acude a cosas sofisticadas o extrañas. Le basta con piezas sencillas y casi regaladas del mundo que le rodea. Un hueso de los corderillos del propio rebaño sirve para jugar a la taba; una soga para la comba; una caja de cerillas para los cartones; un palo para el pincho romero. Ni la tuta, ni la calva, ni los bolos requieren grandes inversiones de instalación.
El carácter cíclico es otra nota dominante de los juegos populares de Burgos. En aquel mundo una voz íntima nos decía a todos en un determinado momento cuándo había que guardar la peonza y sacar las canicas. Y era inútil luchar contra corriente; no se encontraban compañeros ni se sacaba gusto al juego. El comercio conocía perfectamente este calendario absolutista y sabía cuándo debía ofrecer uno u otro elemento. Sin duda. el clima imponía su ley pendular de frío y de calor. No resultaba apacible acudir a las boleras descubiertas ni el mes de enero ni en el mes de agosto; por eso, a los bolos se jugaba en primavera y otoño, épocas en las que, por otra parte, las atenciones campesinas no absorbían a nuestros hombres.
Otra característica que descubrimos en nuestros juegos es el predominio de la participación sobre el espectáculo. AI burgalés de antaño le resultaría muy difícil entender el espectáculo de masas que ofrece, por ejemplo, el fútbol: Decenas de miles de personas, y muchas más por radio y televisión, siguen las incidencias del partido aplaudiendo a sus jugadores, convertidos en míticos dioses de la fama y del dinero, y denostan a los contrarios y a ese tipo entre juez y suicida que llaman árbitro.
El juego que buscaba y practicaba el burgalés pasado era personal y le convertía en agente y paciente del mismo. Había juegos de baraja en los que ,"quien daba no jugaba", y, por tanto, se quedaba de mirón. Espectadores había en las boleras y en los frontones y, naturalmente, tenían sus favoritos, sobre todo si las competiciones se debatían entre jugadores locales y foráneos. Oí contar a don Fructuoso, un venerable sacerdote que ejerció su ministerio en la Ribera del Arlanza, que en sus mocedades él era campeón de pelota y que cuando llegaba la fiesta de Nuestra Señora de las Tribulaciones y de la Paz Interior, en Torrecitores del Enebral, acudían de los pueblos comarcanos para visitar a la Virgen y oír sermón y asistir a los partidos de pelota que jugaban el cura y otros entusiastas... ·"¡Hasta diez y seis cuartos de cordero ganamos algunos años!."... Comentaba el bondadoso señor y añadía: "-Allí estaban todos los romeros sin moverse, hasta que no podíamos más y nos sentábamos a comer.,...
Juegos sencillos, puntuales a la cita del tiempo, más para divertirse a sí mismo que para divertir a otros, eran los que practicaron nuestros abuelos. Esos juegos son parte de su herencia, legada con tanto mimo y sin pensar que un día los módulos de vida de sus descendientes serían muy distintos de los suyos: La emigración de los pueblos y su abandono arrastrarían al olvido muchas maneras de divertimento que ellos practicaban; la desertización de la Provincia sería la tumba de muchas tradiciones.
Por otra parte, la técnica, aplicada a la juguetería, cautivaría las mentes de los chicos y los grandes con juguetes científicos y costosísimos más para ingenieros que para gentes menudas. Juguetes que tienen unas consecuencias fatales La de no espolear la imaginación del niño y la de restringir su capacidad de invención. Si los juegos, sobre todo los deportivos, no se hubieran masificado y convertido en montañas de intereses, la diversión seria más sosegada y cumpliría mejor la razón de su ser, que es devolver a la mente y al cuerpo el descanso para retomar la función creadora del hombre.
No se pretende con estas páginas imponer los juegos de antaño. Quieren ser un recordatorio de unos tiempos en los que la sencillez de la vida se manifestaba también en los momentos que podían dedicarse a una honesta y justificada distracción. Es una manera de completar las maneras de la Historia, en este caso, de la Historia de esta parcela en la que exactamente nació Castilla que, andando el tiempo, fue el espinazo de España. Queremos igualmente cumplir en esta ocasión un viejo propósito de las publicaciones de esta colección: Conservar para el idioma las denominaciones de unos juegos; en gran parte ya olvidados, así como las voces que definían sus respectivos lances. Denominaciones y voces que variaban con las comarcas en las que se practicaban. La trompa se llamaba también peonza y peona; se decía escondite. esconderite y escondererite; a la perinola se la conocía también como pirulo y pirula...
Nos quedan varias preguntas, una particularmente interesante relativa al número de juegos que se llegaron a practicar en nuestra tierra. Responder con exactitud es prácticamente imposible: El castellano, como cualquier otro hombre, ha jugado siempre, pues el divertimento, la competición. el deporte entran en la composición de su naturaleza. El burgalés medieval, como veremos, practicó muchos de los juegos que todavía practicamos, como los bolos, la pelota, la tuta; aunque en pasados tiempos, los juegos caballerescos, tales las cañas y el bofordo, entusiasmaban a aquellas gentes habituadas al espectáculo de la guerra y de la caballería. No es exagerada la cifra de 400/500 modos populares de jugar que se han usado en Burgos durante su larga historia. Nuestro catálogo es tan largo como el de cualquier otra provincia mesetaria, Salamanca, por ejemplo. En el excelente libro de Tomás Blanco García, titulado Para jugar como jugábamos, he contado hasta 451 juegos, la mayoría de ellos practicados en Burgos, advirtiendo que algunos de los nuestros no se catalogan ahí. Igualmente, en el esmerado libro Juegos de niños en Burgos que en 1985 editó nuestro Ayuntamiento bajo la coordinación de Jesús Jabato Saro, se describen 50 juegos de chavales, sin contar sus variantes. Ante todos estos resultados bien podemos afirmar que nuestros antepasados no tenían pretexto para aburrirse.
Ultimamente, en Castilla-León, como en toda España, se pretende revitalizar estos juegos y se están consiguiendo éxitos muy importantes. Se quiere hasta llevar a las escuelas las viejas maneras de jugar para que los niños las aprendan y ganen unos conocimientos que sirvan para unirles a sus antepasados.
El entusiasmo de algunos ha conseguido que los bolos, la tuta, el lanzamiento de barra, las tabas, e incluso juegos muchachiles, consigan largas listas de jugadores, muchos de ellos federados. Juegos que no se conocían en nuestra tierra burgalesa, como el llamado billar romano y también los bolos femeninos, comienzan a practicarse. No cabe duda de que esta recuperación es saludable y que debe ser asistida por todos.
Con objetividad y sin burlesco ánimo de comparación, puede afirmarse que las maneras de jugar practicadas en siglos pasados eran más higiénicas para las mentes y para los cuerpos que las que prefieren hoy las muchedumbres. La ludopatía alcanza rango de enfermedad peligrosa y la informatización proporciona sorpresas a las mentes que exigen en los niños demasiada atención. Hay, pues, fuertes razones para que contemos los juegos de nuestro pueblo, realizados al aire libre o en la intimidad de la familia o de la amistad. Con extremada facilidad los niños aprendíamos los reglamentos no escritos y sin riesgos mentales o físico ocupábamos las horas. Cada cultura, lógicamente, tiene sus propias manifestaciones en todos los aspectos de la vida. Pero con los tecnicismos que ya tenemos y con los que vengan a continuación bien pueden subsistir la sencillez de la taba o de la comba, el brío de los bolos burgaleses y la inocencia del marro o del pincho romero.


QUINCE JUEGOS DE MUCHACHOS
En la vieja costumbre burgalesa había unos juegos que practicaban únicamente los chicos y otros que eran exclusiva competencia de las niñas. Había juegos mixtos; pero, eran los menos. Entre los muchachos, se jugaba, a veces, con algún peligro y de forma traviesa e inconveniente. Por ejemplo, cuando se organizaban pedreas entre chicos de distintos barrios o pandillas; cuando se ataba una lata vacía al rabo de un perro o cuando se provocaba a los pacientes regadores de los jardines municipales gritándoles aquello de: ".¡Manga riega, que aquí no llega!" y que, más de una vez, nos mereció una ducha áspera por parte del intolerante funcionario. Mencionemos algunas de las maneras más conocidas y repetidas de diversión entre los muchachos:
A LA UNA SALTABA LA MULA: Admitía varias denominaciones y variantes, así como letrillas distintas ("pídola", "burro", "toribio", etc.). Uno de los jugadores se convertía en "burro", el cual se colocaba agachado en campo abierto con las rodillas firmes y sujetas con las manos, pues si se caía durante el ejercicio continuaba de "burro",. Los compañeros saltaban sobre él apoyando sus manos en las espaldas del "burro", y con las piernas bien abiertas, pues si rozaban al agachado, se convertían en burros. AI tiempo de saltar se decía un versito y se castigaba al "burro" de diversas maneras. Las letriIlas más conocidas eran éstas:
¿Cuántos caminos hicimos los chicos burgaleses jugando a lo de ,"A la una saltaba la mula"? Era un deporte de carrera, salto, resistencia e ingenio.

"A la una nací yo
a las dos me bautizaron,
y a las tres ya tuve novia,
a las cuatro me casaron,
a las cinco ya fui quinto,
y a la seis fui coronel
a las siete fui a la guerra
a las ocho me mataron
a las nueve me enterraron
a las diez resucité,·...
"A la una saltaba la mula
a las dos tiró la coz (golpe)
a las tres los tres pasitos de San Andrés
a las cuatro el peor salto,
a las cinco el mejor brinco,
a las seis el almirez,
a las siete, cachete (golpe),
a las ocho pan y bizcocho,
a las nueve amanece,
a las diez anochece,
a las once, parir quiere pero no puede,
a las doce parida es; toma este niño y arrúllamele".
A veces quien saltaba sobre el "burro" se quedaba de "burro" un poco más adelante y, así, sucesivamente todos los miembros de la pandilla. Cuando saltaba el último, el primero se incorporaba y seguía la ronda. Era una manera de volver a casa cuando salíamos de la escuela y el tráfico no aumentaba los temores muchachiles.
CANICAS: Solían ser de barro o de cristal. Antiguamente se consumía una gaseosa cuya botella se cerraba con una bola de cristal que los chicos guardaban como un tesoro. A veces, aparecían unas canicas de piedra que eran temidas en el juego porque rompían las canicas de arcilla. El juego de canicas debe ser antiquísimo en la Tierra de Burgos, pues en algunas tumbas celtíberas, se han hallado tales bolitas sin que los arqueólogos nos hayan dado una explicación definitiva sobre ellas.
A las canicas se jugaba en cuclillas a ras del suelo, y la bolita se arrojaba impulsada con los dedos de la mano, abierta o cerrada, con el pulgar y también con el índice o corazón. Había una manera muy sencilla de jugar: Se hacía una apuesta entre dos o más jugadores y uno salía con su canica; el siguiente lanzaba la suya a ,"matar,", a tocarla y en este caso pasaba a ser suya. Con los disparos alternativos se recorría varias veces la plaza del pueblo y había quien volvía a su casa con un fardelico de canicas ganadas.
Otras dos maneras de jugar, más complicadas, eran al "huevo" y al "guá". Para la primera, se dibujaba un cuadrado en el suelo y cerca de uno de los lados se hacía un cerco en forma de huevo donde se colocaban las cosillas que se jugaban, por ejemplo, cartones de cerillas, canicas e, incluso, centimillos. El juego consistía en sacar a "canicazos·, las dichas cosillas y en "matar", a los adversarios. La canica no podía salir del cuadro ni tampoco quedar en el círculo oval y para "matar", se requería pasar por el "huevo", aunque no hubiera empujado nada.
El "guá", era un hoyico practicado en el suelo hacia el cual se empujaba a golpes de la canica propia la del adversario. Si caía en el "guá", el dueño perdía la propiedad de la canica. Si se lanzaba la canica y no tocaba a la del otro jugador se perdía el turno de lanzamiento.

CANUTO: En todos nuestros pueblos se criaban algunos arbolillos frondosos y de un olor amargo. Se les cuidaba con cierta veneración porque a sus hojas y flores blancas se atribuían cualidades admirables contra los acatarrarnientos. Era el saúco. Pues bien, las ramas eran endebles y una médula blanda y blanca llenaba un amplio canalículo central. Se preparaba un trozo de rama de poco más de un palmo y se limpiaba de médula. Esto y un trozo de estopa húmeda o de papel mojado bastaba para tener una cerbatana: soplando con fuerza por un extremo por el otro salía disparado el bodoque. A veces, se preparaba con buena madera y a la medida un atascador que ahorraba el soplo e impulsaba la carga. Se jugaba pretendiendo el lanzamiento más lejano y, cómo no, para asustar a las chicas. Recuerdo que en la escuela un alumno disparó un día su canuto contra la bombilla y para qué voy a contar las consecuencias...
CARTONES: En pasados tiempos, las cajas de cerillas (30 cerillas valían 5 céntimos) se vendían en dos formatos: uno sencillo que se abría presionando lateralmente con un dedo; otro, parecido a un estuche, que se cerraba sólo por la presión de dos gomitas. Este modelo reproducía en su tapa retratos, paisajes, animales, etc. En el mercadillo muchachil estos cartoncillos o "cacos" valían diez veces más que los cartones de la caja sencilla. A veces se les practicaba un agujerito en el medio y se les ensartaba en una cuerdecita. Algunos chicos tenían sartas de medio metro. Estos "cacos" eran nuestro dinero y se apostaban en muchos de nuestros juegos.
Con los "cacos" había dos maneras de jugar: Se pintaba un círculo y en el medio se colocaba un número de cartones por jugador. Desde una línea a determinados pasos se lanzaba una tanga que solía ser un tacón de goma de nuestros zapatos. Los ".cacos", que al golpe salían del círculo eran para el lanzador. Otra manera consistía en marcar una raya en la pared y contra ella había que lanzar el cartón. Cuantos cartones cubría, aunque fuera por poco, de los que había ya en el suelo pertenecían al tirador.
CINCO DEDOS: Este juego admitía varios nombres. En algunos pueblos lo llamaban ."Chorro, morro, pico, tallo, y qué...", referidas estas extrañas palabras a los cinco dedos de la mano. En otras partes decían ."Punzón, tijerillas y ojo buey", refiriéndose a posiciones de tres dedos; finalmente, le decían también "Mano, codo, hombro.. por la parte que señalara un equipo jugador.
Para ello se elegía a uno que llamaban "madre", que solía ser un chico serio. Después se formaban dos equipos Uno que hacía de "burro" y otro que saltaba sobre él. La "madre" se colocaba de espaldas en una pared y el primer ,.burro.,, doblándose, colocaba su cabeza sobre la cintura de la ",madre". Los ",burros" siguientes escondían su cabeza entre las piernas del anterior. Hecho el "burro", los saltadores tomaban carrerilla y saltaban sobre él, cuanto más cerca de la ",madre" mejor. Cuando todos habían saltado, el "burro" se tambaleaba, pero tenía que resistir, pues si se quebraba perdía y se repetía el salto. Pero si alguno de los saltadores se desequilibraba y caía al suelo, el equipo de los saltadores se convertía en ..burro.". Enseguida el capitán de los saltadores, mostrando su mano a la ·"madre",, daba las voces rituales, resaltando uno de sus cinco dedos: .,¿Chorro, morro, pico, tallo o qué?,". Si el ,"burro", capitán acertaba, ganaba; si no, se repetía el lance.
COMETIERRA: En nuestro haber los chicos de antaño contábamos con un cuchillo viejo, un punzón, una media tijera que nos servía para "comer tierra". Se buscaba un suelo de cierta blandura y se marcaba un cuadrilátero de ajustada amplitud. Podían ser sólo dos los jugadores; si eran más, ellos organizaban el orden de lanzamiento. La primera tirada se hacía desde fuera del cuadro y era de resultado seguro. Se clavaba el punzón en el suelo, lanzándolo con atención porque la tierra que se podía "comer" o conquistar era la que resultase de seguir una línea recta en la dirección marcada por el corte. Y no se admitían curvaturas. El segundo lanzamiento se hacia ya dentro del cuadrilátero, apoyándose sobre un solo pie y marcando la recta entre las dos paredes angulares del cuadro o en la raya realizada en la anterior jugada. Y así se seguía, "comiendo tierra" hasta que se conquistaba toda o se marraba el golpe y el punzón caía o era imposible mantener la línea recta porque no se alcanzaba la otra pared del cuadrilátero.
Era un juego que exigía concentración y buena gimnasia.
GUARDIAS Y LADRONES: La panda de amigos se dividía en dos grupos y se sorteaba quién representaba al guardia y quién al ladrón. El equipo de ladrones se diseminaba para buscar su escondite individual por las callejas, tapiales y tenadas del pueblo. Para dar tiempo se cantaban por los guardias diversas coplillas como ésta:
"Una, dole, tele, catole, quile, quilete, estaba sentada la reina en su gabinete; vino Gil y apagó el candil, candil, candilón, cuéntalos bien que veinte son: Justicia y ladrón,.
Los presuntos ladrones se escondían mientras tanto y cuando se creían seguros en sus respectivos escondites, uno gritaba: "¡Tres navíos en un mar!," y los guardias respondían: "¡Otros tres en busca van!",... Y comenzaba una cautelosa búsqueda hasta dar el ¡Alto! a cada ladrón que se descubría. Éste era conducido al punto de partida y debía ser vigilado, pues si alguno de sus colegas conseguía tocarle quedaba otra vez libre. Se concluía el juego cuando todos los ladrones habían sido capturados. Entonces se cambiaban los papeles de guardias a ladrones y de ladrones a guardias y comenzaba otro lance si las voces de nuestras madres no nos urgían para ir a cenar.
MARRO: Era un juego practicado con bastante frecuencia ya que permitía intervenir a un gran número de participantes. Se jugaba en campo abierto y, previa la división en dos grandes equipos, cada uno se asignaba su ·"casa", esto es, un espacio, generalmente junto a una pared o varios árboles, en los que el jugador no podía ser apresado por sus contrarios, pues el lance consistía en perseguir a toda velocidad a un contrario hasta tocarle, lo que bastaba para que se entregase y se le condujese a la "casa". Para que la persecución y captura valieran el perseguidor debía tocar el "marro", la pared de la "casa". El preso, para ser liberado por los suyos, debía tener una mano en el "marro", y, si los presos eran varios, debían formar una cadena con sus brazos. Si la cadena se rompía la liberación se anulaba.
Era un juego muy animado y se solía regir por un árbitro, generalmente uno de los profesores. De la "casa" se salía al campo para perseguir y para liberar a los presos. Había que estar muy atento. Como capturar a todos los contrarios no eran fácil, ganaba el equipo que más prisioneros había hecho.
MOLINILLO: En algunos pueblos se decía "molinete"·. Era un juego de los más niños y solían traer el juguete los feriantes en sus barracas. Pero, su hechura era muy fácil. Se preparaba una varita y, cerca de un extremo se colocaba transversalmente un alambre que, a su vez, sujetaba una hoja de papel en la que se habían practicado cuatro cortaduras que permitían formar cuatro aspas o brazos doblando el papel. Bastaba la carrera del chico, aunque no hiciera viento, para que la cruz girara con el consiguiente ejercicio y diversión del interesado. El papel solía ser de colores. Es distracción antiquísima y está representada con taracea en uno de los asientos del coro de la catedral de Burgos.
PINCHO ROMERO: Se solía jugar en las eras, pero había que elegirlas con cuidado, pues a algunos amos les llevaban los diablos cuando los chicos elegían la suya. Y razón tenían. Cada jugador se armaba de un pincho de madera dura, bien aguzado con la azuela; su largura era por lo menos de medio metro. Se lanzaba con fuerza al suelo para clavarlo, pues se perdía si el palo se caía o un compañero te lo desmontaba. Veías entonces cómo un jugador cogía tu pincho con la mano izquierda y lo arrojaba al aire para arrearle un buen estacazo con su pincho, y lanzándolo lo más lejos posible, al tiempo que gritaba: "¡A Roma y cinco! O siete o diez...,". Mientras tu corrías a recoger tu pincho los otros jugadores debían clavar el suyo tantas veces como se hubiera ordenado, pues si tú volvías a clavar tu pincho antes que ellos hubieran cumplido, vencías y podías mandar a Roma el pincho del otro...
Lo de "pincho romero", se debía a la tan fugaz peregrinación a Roma.
PIQUELE (tala): Así llamaban en la Bureba al que por Burgos decían tala y en otras partes chirumba y chita. Para éste se requería un piquele y una pala, ambos de madera. El "piquele", era un trozo cilíndrico, afilado en sus extremos, de 15/20 centímetros; la pala se parecía a la de jugar a la pelota y se hacía con una tabla de las cajas del "fresco", como llamaban al pescado.
Se formaban dos equipos y se dibujaba un círculo en el suelo, lo suficientemente grande para que en él actuara un equipo, generalmente de tres o de cuatro jugadores. Tras el sorteo del círculo, el jefe del equipo que lo ocupaba golpeaba un extremo del piquele para levantarlo al aire y cuando en el aire estaba le arreaba un fuerte golpe con la pala enviándolo lo más lejos que podía. A este golpe se llamaba "curcio". Pero los del equipo que está fuera del círculo pueden coger el "piquele" en su viaje y devolverlo al círculo, con lo que ganan la partida y la pala pasa a ellos. Si el "piquele" cae al suelo no lo puede tocar nadie; el jefe o un jugador de los del círculo sale de él y puede dar hasta tres golpes al "piquele" para levantarlo; a la tercera, puede cogerlo con la mano para golpearlo desde más altura y enviarlo más lejos. A la acción de coger el piquele los del equipo exterior se llama "mancillar" o ,"mancipular.., probable corrupción de ,"manipular". Estos jugadores han de detenerse donde estén si los de su equipo contrario están todos dentro del círculo; pueden lanzar el "piquele" al acotado, pero no llevarlo a la carrera.
PIRULO: También se decía pirula, palabra abreviada de perinola, juguete que servía a los chicos para sus juegos de azar. El pirulo se fabricaba fácilmente con una navaja y un trozo de madera; resultaba un prisma de cuatro o de seis caras y en su parte superior se labraba un manguillo; con los dedos de la mano derecha se impulsaba el pirulo por el manguillo y el juguete giraba rápidamente y durante un rato. AI acabar el impulso y doblarse sobre la mesa en la cara que quedaba en la parte superior se leía un número (del 1 al 4 ó al 6), indicador de lo que había ganado quien lo había impulsado, cartones, garbanzos o simples tantos.
POTRA: Se llamaba así a una rudimentaria pista de patinaje. Se jugaba en invierno y era con las peleas con bolas de nieve la única diversión al aire libre que practicaban la mayoría de los niños burgaleses durante el invierno. La potra se practicaba incluso en las aceras de las calles con gran peligro para los viandantes. Tras varias pasadas por una superficie helada o con nieve se conseguía que el suelo quedara brillante como un cristal y deslizante. Se tomaba carrera y con los pies sesgados se recorría a gran velocidad la largura de la potra hasta su cabecera. Esto era lo emocionante. Lo vulgar sucedía en casa, cuando se sorprendían del .rápido desgaste de los zapatos.
TIRABEOUE: No gozaba de muchas simpatías entre los mayores, pero casi todos los pequeños teníamos nuestro tirabeque. Es un instrumento que sirve para competir, combatir y cazar. Consiste, como es bien sabido, en una horquilla de madera o de alambre fuerte que sirve de mango y de apoyo y agarre a dos gomas unidas por una badana. En esta badana se colocan piedrezuelas, preferentemente redondas, y otros objetos de peso; tensadas las gomas, se dispara el tirabeque alcanzando distancia y contundencia. Con él se apostaba a la mejor puntería, lo que era muy deportivo; se lanzaban piedras en las pedreas, que era poco educado y se mataba algún pájaro, lo que era estúpido.
TROMPA: Dicha también peonza y algunos sitios peón. Juguete de madera, en forma de pera, que en el rabillo tenía un clavo de hierro y al otro extremo un manguillo. Cuanto más dura fuera su madera, mejor. Había trompas pequeñitas, llamadas trompicas, otras medianas y otras grandes. La más abundante era la mediana. Imprescindible era la cuerda de cáñamo que, bien enrollada desde el clavo hacia arriba, servía para lanzar la trompa al suelo en un gesto rápido y enérgico.
Había varias maneras de distraerse con la trompa: La más sencilla era hacerla bailar. Había muchachos con tal habilidad que la "hacía dormir" esto es, girar tan deprisa y sin traslación que la trompa parecía dormida. Otras veces se luchaba con las trompas: Se dibujaba un círculo en el suelo y un jugador, según un turno establecido lanzaba su trompa; tras él, otro lanzaba la suya contra la primera para que la empujara y saliera del círculo. Sucedía en ocasiones que una trompa recia y con buen clavo partía a la anterior y tal caso suponía una victoria total. Lo más frecuente consistía en depositar en medio del círculo unas chapas de botellas o monedas e intentar sacarlas del redondel a trompazos. Esto sucedía a rete si al caer la trompa hacía saltar hacia afuera las chapas, o a camotón si con la mano abierta y separados el dedo índice y el corazón se recogía la trompa en la palma y se arrojaba contra los objetos cuantas veces consintiera el baile. A la trompa se jugaba individualmente o por equipos y la habilidad de lanzamiento enseñaba las varias maneras, hacia arriba o hacia abajo, con las que se podía actuar.
En determinada época del año, cada chico aparecía con su trompa, a la que hacía bailar y sacar de un círculo las prendas de sus adversarios.


DIEZ JUEGOS DE MUCHACHAS
Las respetables abuelas de hoy fueron ayer niñas graciosas y enredadoras que alborotaban y se distraían con sus juegos peculiares. Haremos aquí mención de algunos de ellos, sin incluir los juegos de muñecas y de casitas, por ser universales y una de las manifestaciones más precoces de la hermosa predisposición de la mujer para la maternidad y la familia. ... (palabras de Fray Valentín)
ALFILERES: Las niñas coleccionaban alfileres con cabezas de colores y en el acerico donde los clavaban formaban figuras y letras con ellos. Tenían tres maneras de jugar a los alfileres o con alfileres. La primera consistía en enterrar en un montoncito de arena tantos alfileres como jugadoras; tiraban luego por turno un piedrecita plana contra el montón y si aparecía alguno pasaba a propiedad de la descubridora. Otra manera de jugar era la cruceta y consistía en golpear con los dedos un alfiler tirado sobre el suelo o sobre una mesa; si al saltar montaba sobre otro de una compañera, lo ganaba. Por último, jugaban escondiendo en sus manos uno o varios alfileres; una jugadora preguntaba a otra "¿Puntas o cabezas?". Al responder se abría la mano y si los alfileres estaban colocados de punta o de cabeza ganaba o perdía según que acertara o no.
CASTRO: Había una serie de juegos que se practicaban marcando en el suelo determinadas figuras geométricas y lanzando un tejuelo con la mano 0 con el pie, normalmente o a la paticoja, hasta llevarlo a un punto señalado. Valga por todos este tan sencillo que llamaban castro hecho y bien derecho:
Se pintaba en el suelo un cuadrilátero y tiraban en su interior unas líneas rectas y perpendiculares formando veinte cuadritos. Cada jugadora, sólo eran dos, disponía de tres piedrecitas que servían como fichas. El juego consistía en mover alternando una ficha hacia cualquiera de los espacios inmediatos y vacíos; quien primero llegaba al otro extremo con sus tres fichas ganaba la partida, previa afirmación de "Castro hecho y bien derecho".
En realidad habían jugado a unas sencillas ,"damas".
COMBA, SOGA O CUERDA: Es uno de los juegos más simples, más bonitos y más practicados, en las tierras de Burgos. De muy niñas, las muchachitas aprendían a saltar a la comba. Bastaba una cuerda de pocos metros y de cierto grosor que había en todas las casas labradoras. Y qué bien lo hacían individualmente, de dos en dos o en grupo. Una sola niña volteaba la cuerda y saltaba con rapidez cuando la cuerda batía el suelo; el ritmo era endiablado cuando hacía lo que llamaban el "chorizón". Dos niñas o saltaban juntas o ataban un extremo de la comba a un arbolito, ventana o poste y una volteaba y otra saltaba por turno. Tres niñas y muchas más saltaban en cadena, entrando y saliendo puntualmente del ámbito de la cuerda; si alguna fallaba sabía que su castigo era dar a la comba. Esta no siempre se volteaba; otras veces, sólo se balanceaba en un delicado vaivén de barcarola.
Con ser esto tan interesante, no lo eran menos las canciones, en su letra y música, con que acompañaban el juego. Se han publicado auténticas antologías, en las que se incluyen también las de las niñas de Burgos. Ofreceré una brevísima muestra de las letrillas que aprendí de tanto oírselas cantar y saltar a las chicas del pueblo, letrillas que, quizá, no eran privativas de Burgos:

"Al pasar la barca
me dijo el barquero:
Las niñas bonitas
no pagan dinero.
Yo no soy bonita
ni lo quiero ser.
¡Arriba la barca,
una, dos y tres!...
"Margarita tiene un gato,
una, dos, tres y cuatro,
con los ojos de cristal.
Lo lava, lo peina,
lo manda a por tabaco
y le da de merendar
chicha y pan,
chicha y pan".
"Soy la reina de los mares
y ustedes lo van a ver
tiro al suelo mi pañuelo (lo tira)
y lo vuelvo a recoger (lo coge)
Pañuelito, pañuelito
quién te pudiera tener,
guardadito en mi bolsillo
como un pliego de papel".
"El cocherito, leré
me dijo anoche, leré
que si quería, leré
montar en coche, leré.
Y yo le dije, leré,
con gran salero, leré,
no quiero coche, leré,
que me mareo, leré.
Si te mareas leré,
irás a la botica, leré
que el boticario, leré
te dará pastillas, leré"
"Te convido
a pan y vino
¿A qué hora?
a las cinco.
Una, dos, tres,
cuatro y cinco".
"Una gallinita ciega
en un pozo se cayó
y según se iba ahogando
hacía clo, clo, clo, clo.
Yo no siento la gallina
ni los cuartos que costó.
Sólo siento los pollitos
tan bonitos que crió,
que según se iban ahogando
hacían, clo, clo, clo, clo"...
"Debajo de un botón, ton, ton,
que encontró Martín, tin, tin,
había un ratón, ton, ton,
¡ay que chiquitín, tin, tin!
¡Ay que chiquitín, tin, tin,
era aquel ratón! ton, ton
que encontró Martín, tin, tin,
debajo de un botón, ton, ton.".
"El nombre de María
que cinco letras tiene:
La M, la A, la R,
la I, la A, ¡María!
Canciones tan hermosas como la del "Cartero", "En la calle del Turco le mataron a Prim", "Quisiera ser tan alta como la luna", "Una, dos y tres, pluma, tintero y papel", "Allá en la Habana".., se bailaban a la comba en nuestros pueblos por las voces infantiles de las niñas burgalesas. La comba era uno de sus juegos favoritos.
CORRO: Las chicas, más que los chicos, preferían este juego. En ocasiones el corro era mixto y en la Provincia tenemos, por ejemplo, La Rueda Chospona, en Covarrubias, que bailan hombres y mujeres en la Plaza de doña Urraca. El corro, a veces, era multitudinario y en él distinguimos varias clases: Corro sin mímica; corro con escenificación y corro con diálogos. Había otros juegos que se practicaban estando los jugadores en círculo, como el Antón Pirulero, pero no en corro propiamente dicho que por su etimología pide movimiento, correr.
En el juego del corro resultaba imprescindible la canción. Y aquí hay que volver a ponderar la enorme riqueza folclórica que se derrochaba en los corros burgaleses. Es muy difícil precisar dónde nacieron tantas y tan bonitas canciones, porque se entonan en la mayoría de los pueblos de Castilla y España. Pero las niñas de Burgos las habían recibido y aceptado de sus abuelas como cosa propia. Unidas por su manos, la noria de jovencitas giraba y giraba con canciones tan conocidas como: "
Estaba el señor don Gato", "Mambrú se fue a la guerra" , "La Tarara sí, la Tarara no", "La pájara pinta", "Cu, cu, cantaba la rana", "Estaba una pastora", "Conde Olinos" , La reina Mercedes  y otras muchas que más adelante se incluirán.
Con mucha frecuencia el corro no se limitaba a girar; variaba e introducía gestos exigidos por la canción o aceleraba, como en este ejemplo:

"Ratón, que te pilla el gato; ratón, que te va a pillar;
si no te pilla esta noche te pilla a la "madrugá"
¡Arre moto, piti, poto, arre, moto, piti, pa!...
 
El círculo, el corro, la mesa redonda tienen la ventaja de que todos los participantes en determinado acto pueden mirarse y observarse de frente.
Agacharse, sentarse en el suelo, soltarse las manos, aplaudir, adelantar un pie, eran gestos muy frecuentes en el juego del corro. Había canciones que exigían variedad de gestos como aquella de "EI burro enfermo" o la de "San Fermín", que en otras partes titulaban de "San Geremín".
En ocasiones se introducían diálogos, como sucedía en la despedida y disolución del corro, cuando una niña cantaba "Adiós, amigos míos, me voy a retirar". Como homenaje a la gracia del corro y a la calidad literaria de muchas de sus canciones, transcribiré la letra de "La viudita del conde Laurel"

CORO: Hermosas doncellas
que al prado venís
a coger las rosas
de mayo y abril.
VIUDITA: Yo soy la viudita
del conde Laurel,
que quiero casarme
y no sé con quién.
CORO: Pues siendo tan bella
no tienes con quien
elige a tu gusto
que aquí tienes quién.
VIUDITA Elijo a la rosa
por ser la más bella
de todas las flores
de este jardín.
CORO: Buen gusto has tenido
cogiendo la rosa,
reina de las flores
que hay en el jardín (bis).
DIABOLO: Ignoro desde cuándo jugaron las niñas burgalesas al diábolo. Consiste su juguete en dos varillas bien pulidas, unidas por una cuerda de tramilla desde el extremo de una al extremo de otra; la otra pieza se compone de dos conos de goma unidos por sus vértices. La gracia del juego consiste en que esta pieza viaje por la cuerda, suba y baje según el balanceo de los brazos. Y hay más: Lanzarlo a lo alto y recogerlo con la cuerda e, incluso, dejarlo "dormido", entre las varillas. La competición era sobre quién lo lanzaba más alto y quién lo mantenía más tiempo en el hilo. La caída al suelo era un tanto en contra.
PELOTITA: La pelota de frontón no era juego de niñas. Pero ellas también se divertían con pelotas de menor tamaño y dureza. Era muy frecuente verlas jugar a botar la pelotita al tiempo que recitaban versos y practicaban algunos movimientos o gestos como dar palmadas, pasar la pelotita por debajo de la pierna o el brazo, darse media vuelta, etc. Las letrillas eran bellamente ingenuas:



"Ya no bota
mi pelota.
Mi papá
me compra otra".


"A mi una
mi aceituna.
A mi dos
mi reloj.
A mi tres
mi café
A mi cuatro
mi zapato.
A mi cinco
mi abanico
A mi seis
sota, caballo y rey.
PELO, PELO, HIERBA: Era un divertimento simple, preferido por las ni ñas. Una de ellas escondía una cosa previamente vista por sus amigas. A volver al grupo lo hacía con unas hierbas en la mano y decía: "Al pelo, pelo, hierba, que cantan las culebras, que vienen los de Burgos y ¡a echar a volar!"... Y lanzaba al aire las hierbas, mientras sus amigas comenzaban a buscar el objeto escondido. La que lo encontraba, arrancaba otro manojo de hierba, escondía el chisme y repetía la fórmula. Así de sencillo.
PRENDAS: El grupo de niñas mostraba sus prendas dos o tres por cada una y elegía a una "madre", o regidora del juego. Esta se enfrentaba al grupo y recitaba aquello tan sabido de:
"Antón, Antón, Antón Pirulero, cada cual, cada cual que atienda a su juego y el que no lo atienda pagará una prenda"...
Todas atentas, la "madre" comenzaba a hacer los gestos referidos a lo oficios que cada una había elegido antes (maestra, cocinera, lavandera, sastre, etc.), gestos que la interesada debía repetir con rapidez y exactitud, d lo contrario era castigada a pagar una prenda. Cuando la "madre" tenía todas las prendas anunciaba un castigo para cada una de ellas, un castigo cómico según la imaginación de las pequeñas. El juego acababa en risa general.
TABAS: Era un juego muy preferido de las niñas y no aborrecido por lo chicos y los mayores. El juguete lo proporcionaban los corderos. En las mesas familiares, en las ocasiones en las que se había sacrificado un lechazo del rebaño doméstico, las niñas se adelantaban a decir: La taba para mí... para ellas eran las dos tabas del corderillo, el hueso astrágalo que dicen lo entendidos. Así, las gentes de Burgos tenían una cosa más que agradecer la providencial oveja: El instrumento para un juego.

A veces, los chicos jugábamos con las tabas pintadas de variados colores, que nuestras hermanas guardaban cuidadosamente en una bolsa. Pero lo hacíamos sólo para apostar y para aplicar unos zurriagazos al perdedor. Hoy la hermosa ciudad de Briviesca, capital de La Bureba, vive en primavera una jornada bajo el signo de la taba, tan intensamente que la llaman la tabera. Los briviescanos y sus huéspedes apuestan a la cara favorita de la taba mucho dinero, bajo la complaciente mirada de Santa Casilda, cuya fiesta es en ese día, y cuyo santuario es el primer escenario de la Tabera.
Las niñas de Burgos tenían cuatro nombres, con algunas variantes en las diversas comarcas, para las cuatro caras del astrágalo: aguas. era la cara ancha y más hundida y también la más preferida en las competiciones; la parte contraria se decía pencas, aunque muchos usaban la palabra culos; la lateral más lisa era llamada lisas y su contraria, algo hundida, carnes. Las variantes para jugar a las tabas eran bastantes, pero el modo más general era el siguiente: Las tabas, hasta seis u ocho, se agitaban en las manos o en un bote y se lanzaban sobre una superficie plana cayendo cada una a su aire. La que primero jugaba lanzaba a lo alto con la mano derecha una canica o bola de cristal y con la izquierda cambiaba la posición o recogía las tabas que había anunciado, las lisas por ejemplo. Debía darse prisa, si no recogía la bola a tiempo o no recogía todas las tabas en la posición dicha, perdía o pasaba otra compañera a jugar. Había niñas de vista tan aguda y manos tan avezadas que entre lanzar la bola y recogerla, y también las tabas, todavía tenían tiempo para dar una palmada. Listas que eran ellas.
YO-YO.- Era un juego de la familia del diábolo que se imponía cuando venían las barracas, en las que se vendía, por las Ferias y Fiestas. Consistía en una pelota partida en dos mitades y unidas por un eje en el que se enrollaba un hilo, acabado en un ojal para colocar en el dedo corazón. Con la mano vuelta hacía abajo se soltaba la pelotita que descendía mientras se tensaba el hilo; pero la inercia provocaba el enrollamiento a un ritmo que la mano marcaba con su movimiento. Y así se pasaba el rato la muchachita.




JUEGOS DE LOS MAYORES
CALVA, MORRILO O CHANA.- Es un juego simple, seguramente tan viejo como el primer pastor que hubo en el mundo. Consiste en lanzar un objeto, una piedra, contra otro objeto colocado a determinada distancia. De la soledad de lo pastores pasó a la compañía de la gente en las aldeas, deseosa de saber quién era el mejor de sus lanzadores.
Hoy la calva está perfectamente reglamentada y el primitivo cuerno pastoril ha sido sustituido por una pieza de madera de encina, roble u olmo, en forma de letra L, con una abertura comprendida entre los 110 grados aproximadamente. Se consideran dos partes en la calva: La "zapata", de 25 a 30 centímetros de longitud y la "alzada", de 20 a 25. El grosor es el mismo para ambas partes (7/8 centímetros), aunque el de la "alzada", disminuye en la parte superior.
La calva se coloca en un cuadrado de 24 metros de longitud, de tierra batida y con zonas de seguridad y contra ella se lanza desde el campo de tiro el "morrillo". Este es de hierro o de piedra, aunque lo más propio parece que es, según su nombre, de piedra. Ha de tener un diámetro de 25 centímetros y 5 de grosor, y su peso, según el Reglamento de la Junta de Castilla y León. es de medio a un Kilo. Este "morrillo", "marro" o "canto" se lanza contra la calva y si la toca el jugador merece un punto. Suscita tanto entusiasmo este sencillo juego que en muchos lugares participaban también las mujeres. Con el fin de evitar accidentes, detrás de la calva se colocaba un tronco o piedra grande para que el "morrillo" se amortiguara.
RANA: No podemos afirmar que éste sea un juego autóctono burgalés, pero sí que ha tenido y tiene muy buenos aficionados en nuestra tierra. Chicos y chicas juegan a la rana. pero son los mayores quienes organizan sus partidas y se reparten las fichas o "petancos", para lanzar a la boca abierta de la rana. Este juego, hasta la invasión de las ruidosas y mareantes máquinas tragaperras, no solía faltar en los merenderos con jardín. Ya se sabía: La merienda la pagaban quienes perdían.

La mesa tiene entre 80 cm. y 1 metro de altura y su superficie es de medio metro cuadrado. En medio, la rana con su bocaza abierta. Puede haber en la mesa tres aberturas, e, incluso, una con un molinillo horizontal que se mueve por el impulso del "petanco" que ha de tener 38 mm. de diámetro y un peso de 60 gr.. La distancia de tiro es de tres metros y medio y la partida se acaba a los diez tantos. Cada vez que el "petanco" pasa por la boca de la rana, se gana un tanto. Como siempre, existen variaciones en las normas del juego.

TUTA, UTA, TARUSA, TANGA, TANGUILLA Y TANGANO.- Es un juego de lanzamiento, de reglamento sencillo, que suscita grandes entusiasmos en sus muchos practicantes. El campo de juego tiene 28 metros de longitud, más lo que ocupe el "pato" o lugar de lanzamiento. La pista es de tierra batida y lisa y tiene dos metros de anchura; a cada lado hay sendas franjas de un metro de ancho para la seguridad de los espectadores. La tuta se sitúa a 22 metros del "pato" y a seis metros de ella se colocará un tablón para seguridad.

La tuta debe ser de buena madera (encina o roble) y labrada. Su altura entre 15 y 16 centímetros y su diámetro en las bases de 35 mm. y en el centro de 40 mm. Los "doblones", "tangas", "tostones", o "tejos" son de hierro acerado y biselados en toda su circunferencia; su diámetro de 100 mm. y un espesor ascendente de 5 a 10 mm., desde el exterior al centro. Su peso es de medio kilo. La chapa o moneda que se coloca sobre la tuta tiene unas dimensiones de 25 mm., 2 de espesor y un peso de 10 gramos.

Los equipos suelen ser de dos o de cuatro jugadores y los "doblones" dos. El Reglamento, redactado de acuerdo con las incidencias del juego. Todo el esfuerzo y la pericia se dirigían a desmontar la chapa de la tuta y que el , "doblón." quedase más cerca de la chapa que de aquella. Para eso, el árbitro medía escrupulosamente la distancia. A veces, se daba la situación de "toma", cuando la tuta quedaba debajo o encima del "doblón"; entonces había que separarlos con el otro "doblón". Otras veces, sucedía la "bolsa" o "cama", cuando el "doblón" quedaba más cerca de la tuta que de la chapa y no había, pues, tanto; como tampoco si quedaban a la misma distancia.

Publicado en Multimanía.es

NUNCA DEJEMOS DE JUGAR

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Mi hermano Josesito y su orquesta, cuando era chiquitos, con nuestros juguetes preferidos

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