JUEGOS TRADICIONALES ESPAÑOLES

Soto en Cameros – Comunidad Autónoma de La Rioja – España

Muchos de estos juegos estaban unidos a los recreos de la escuela. Y todos ellos suponían una población infantil numerosa. Por eso, al disminuir los habitantes y desaparecer las escuelas, la mayoría de estos juegos sólo viven en el recuerdo de las personas que los practicaron.
Aquí les presentamos algunos, pueden encontrar más en:
roble.cnice.mecd.es


Juegos tradicionales
Un, dos, tres
Chicas y chicos
Portales
Durante el curso escolar

Carmen Martín Gaite en "El Cuarto de Atrás" describe así el juego, a la vez que melancólicamente lo ve como figura del paso del tiempo:

.... Pasaba de una manera tramposa, de puntillas, el tiempo; a veces lo he comparado con el ritmo del escondite inglés, ¿conoce ese juego?
-No. ¿En qué consiste?


Se pone un niño de espaldas, con un brazo contra la pared, y esconde la cara. Los otros se colocan detrás, a cierta distancia, y van avanzando a pasitos o corriendo, según. El que tiene los ojos tapados dice: "Una, dos y tres, al escondite inglés", también deprisa o despacio, en eso está el engaño, cada vez de una manera, y después de decirlo, se vuelve de repente, por ver si sorprende a los otros en movimiento; al que pilla moviéndose, pierde. Pero casi siempre los ve quietos, se los encuentra un poco más cerca de su espalda, pero quietos, han avanzado sin que se dé cuenta. Jugábamos a tantas cosas en aquella plaza, a los dubles, al pati, a las mecas, al juego mudo, al corro, al monta y cabe, a chepita en alto; también había juegos de estar en casa, claro, de ésos sigue habiendo, pero los de la calle se están yendo a pique, los niños juegan menos en la calle, casi nada, claro que también será por los coches, entonces había pocos....

Para nosotros no era "un, dos tres, al escondite inglés", sino "un, dos tres, carabí". No sé si con b o con v, porque nunca lo he visto escrito. Pero sí, el, o la que se la quedaba, - después de haber donado- ponía el brazo en el poyo de Portales y echaba la cabeza sobre él. Los demás se ponían de pie en la piedra de las escaleras que dan a la Plaza. El avance había que hacerlo sin levantar los pies del suelo, arrastrándolos, y mientras que el que se la quedaba tenía la cara sobre el brazo.
Había sus riñas: que si no has dicho todo, que si lo has dicho mal, que sí que te he visto, que yo no me he movido,,... En realidad no era un juego para mucho rato porque casi siempre acababa mal. Pero valía para antes de subir a la escuela, hasta que el maestro daba con la llave en la barandilla de hierro de las escaleras, o en los recreos cuando llovía.
Lo que no recuerdo es quién perdía, aunque creo recordar que había dos variantes: en una de ellas, el que era visto tenía que volver al comienzo y perdía todo lo que había avanzado; en la otra, pasaba a quedársela él.

Juegos tradicionales
¡A la ollera, a la puchera...!
Chicas y chicos separados
En Portales
Ocasional

A la ollera,
A la puchera,
Amagar
y no dar.
Dar sin reír,
Dar sin hablar.
Dar un pellizquito en la espalda,
Y echar a volar.


Y mientras la "madre", que era la persona mayor que divertía a los pequeños, iba cantando esta retahíla, todos los que jugábamos dábamos golpes en la espalda de quien se la quedaba que estaba inclinado, apoyando la cabeza en las rodillas de la madre que estaba sentada. Un golpe por la ollora, otro por la puchera, se amagaba y no se daba en los dos siguientes, se daba sin reír y sin hablar. Si alguien se equivocaba, se la quedaba. En el penúltimo, en que se hacía lo que decía y en el último en que todos salíamos corriendo.
Cuando la madre era una persona mayor, se respetaban las formas. Pero si era uno de nosotros, los golpes eran golpes, y el pellizquito se convertía simplemente en pellizco o en retorcido.

-¿Suelto la jaula?- gritaba la madre.
-Suéltela usted- contestábamos todos. Y la madre:
-Pajaritos a esconder, que ¿la liebre? va a correr.


Y el que se la quedaba pretendía agarrar a cualquiera de los demás jugadores para que lo sustituyese.
De vez en cuando, la madre gritaba:
-Dedo, dedo,- y levantaba un brazo y extendía un dedo. Todo jugador que agarrase el dedo de la madre estaba a salvo. Si todos lo lograban, volvía a quedársela el mismo. Si agarraba a alguno, era este el que se la quedaba.
De todos modos, cuando dirigía una persona mayor, el dedo siempre se bajaba cuando acudían los que más corrían y los dejaba a merced. Si por el contrario se jugaba entre chicos, acababa siendo un suplicio para el menos hábil que era el que se la acababa quedando siempre. 


[El Tangram ]

NUNCA DEJEMOS DE JUGAR

NUNCA DEJEMOS DE JUGAR
Mi hermano Josesito y su orquesta, cuando era chiquitos, con nuestros juguetes preferidos

TE ENSEÑO A HACER...

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